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  • 17 May, 2022

    La presencia de los árboles en la antigüedad y su influencia en los nombres de los lugares en la actualidad #basaurikoarbolak  

    Lo que se dice del cerdo, podía decirse de nuestros bosques y árboles de antaño. Se aprovechaba absolutamente todo, empezando en las raíces y acabando en las hojas: ramas y ramillas, tronco, corteza, frutos, resina, hojarasca... En este contexto se entiende bien la fórmula que los escribanos del valle medio del Nervión para arriba utilizaban cuando tenían que referirse a los límites y extensión de una finca: “desde la hoja del árbol a la piedra del río”. Esta fórmula y varias palabras relacionadas con los árboles, que mencionaremos a continuación, como esquilmar o chirpia, se extienden hacia el oeste a través de Cantabria, tal vez como testimonio a nuestros silvicultores que parece siguieron el paso a nuestros ferrones.

    Se usa a menudo la expresión "ley de la selva" para indicar la ausencia de ley. Nuestra realidad era muy diferente. La explotación de los bosques estaba estrictamente regulada, aunque la ley siempre lleva implícita su quebrantamiento, que en forma de tala, malcorte o excesoseran severamente castigados. De hecho, el corte de árboles por pie era una excepción que requería un permiso especial. En general, los árboles se esquilmaban o desmochaban, es decir se los podaba o se les quitaba el follaje o burullo.

    En las leyes y en el mundo del poder prevalece la jerarquía, y la gestión y explotación de los bosques no es una excepción. En el nivel más alto estaba la propia monarquía. Era una prioridad inquebrantable arrancar árboles rectos, robustos y largos, dandais, que proporcionarían cintas o cintales para construir barcos para la Armada Real. Para ello, los pueblos tenían que tener viveros y bosques bien plantados y bien cuidados. El control de todo se llevaba en los llamados "Libros de montes". Se han conservado pocos libros de este tipo, pero tenemos la suerte de que se conserva uno en Etxebarri, cerca de Basauri, que data de 1631-1761. Estos incluyen las visitas del "superintendente" del rey. Estas cintas especiales las podemos ver en el topónimo local Zintuduri de Etxebarri, que es similar a otros Zintadui de aquí y de allá. Este extraño final en -duri es habitual en Basauri y sus alrededores: Arboladuria, Ziduri ‘ihidoi o junkera’ en Zaratamo…

    Las ferrerías también tenían en esta jerarquía un derecho especial para usar madera del bosque porque los propietarios eran potentados cuando no directamente nobles. Para ellos había que preservar una serie de montes, como ha quedado huella en los llamados Olabaso y quizás, aunque nos faltan pruebas, los numerosos burdinbaso alrededor de Zeberio-Zollo. La ingente necesidad de carbón para alimentar estas ferrerías casi llevo al colapso a nuestros bosques, “porque no todo en el monte es orégano”.

    La iglesia, por supuesto, fue y sigue siendo el gran suprapoder y en lo que respecta a la propiedad de los bosques no puede ser una excepción. Tenemos bosques llamados Elex(a)baso en Zeberio y muchos otros lugares. Y por doquier camuflados con los nombres de diferentes santos: Madalenabaso, Santomasbaso, Sanjustubaso, etc.

    Las villas, Bilbao y Ugao para nuestra comarca, también tenían privilegios de jurisdicción y las huellas de esto son unas propiedades especiales. Aunque toda la zona de Pagazarri eran tierras de Abando y en parte de Arrigorriaga, la mayor parte de sus bosques pertenecían a la villa de Bilbao. Basauri ha conservado algunos de los pertenecientes a Arrigorriaga en la sierra de Alonsotegi, en los alrededores de Artiba-Aldanondo. El nombre Uribaso ‘monte de la villa’ de Arrigorriaga también muestra lo alargado de la mano de Bilbao. Iruaretxeta de Basauri, por su parte, ahora bajo los nombres de Campo de Tiro y El Maño, era una de las casas censuarias de Bilbao.

    Existían, por supuesto, bosques comunales, montes comunes o concejiles en la documentación española. Se les llamaba exidu en euskera. A menudo pertenecían a los barrios o cofradías, más que al pueblo en su conjunto. En Zeanuri, por ejemplo, se les llama kofradiabasos. Por el contrario, los que pertenecían a las casas, son los etxebasos o montes caseros. Pero estos montes vecinales a menudo se repartían entre casas o individuos, o los vecinos podían plantar libremente sus propios árboles allí. Estos se llamaban auzoexidus, o suertebasos en Uribe Kosta, del hecho que cada casería recibía una suerte o txantel. En el siglo XIX, la mayoría de ellos fueron vendidos y privatizados para pagar las deudas de las guerras, y muchos otros, como sabemos en Buja-Seberetxe, algunos dejaron de ser comunes para pasar a privados por suerte divina y negligencia de la propia villa.

    En los viveros de plantaban txirpias y, una vez que cogían el cuerpo y tamaño necesarios, ya como cagijos o garrasta en euskera, se trasplantaban en el monte. Muchos contratos establecían obligaciones de plantar tal número de cajigos.

    Este tipo de cosas y otros muchos detalles de la lectura de papeles antiguos fue lo que se compartió en la tertulia del pasado jueves en una iniciativa sencilla y entrañable

    Ander Ros (Asociación Onomástica)





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